martes, 13 de mayo de 2008

Relato sobre un poema de Oscar Hahn


NINGUN LUGAR ESTÁ AQUÍ O ESTÁ AHÍ…



















Ningún lugar está aquí o está ahí

Todo lugar es proyectado desde adentro


Todo lugar es superpuesto en el espacio


Ahora estoy echando un lugar para afuera


estoy tratando de ponerlo encima de ahí


encima del espacio donde no estás


a ver si de tanto hacer fuerza si de tanto hacer fuerza


te apareces ahí sonriente otra vez


Aparécete ahí aparécete sin miedo


y desde afuera avanza hacia aquí


y haz harta fuerza harta fuerza


a ver si yo me aparezco otra vez si aparezco otra vez


si reaparecemos los dos tomados de la mano


en el espacio


donde coinciden


todos nuestros lugares








EL Cellar (sótano) Una noche la ciudad SLC se me hizo demasiado grande, también mi antigua casa, mi cama, el techo y hasta un par de polillas. Pude ver el transcurso de la noche filtrarse por la ventana. Encendí la máquina de café para empezar un día como cualquiera, la dejé funcionando y bajé al sótano. Pero el sótano ya no estaba ahí. Ningún lugar ha estado aquí, pensé. Sobre el negro, sobre el vacío, vi la proyección del firmamento como en un planetario. Sobre esa proyección escuché el sonido de un televisor cuando no tiene señal. Todo lugar es superpuesto en el espacio, pensé, y pensar en eso me aterró. Identifiqué la luz roja parpadeante de la cámara de seguridad de mi edilicio ubicada en el subterráneo en el sector de las bodegas. Caminé hacia ella, la luz roja parpadeaba. Hice un hola de mano a la cámara. Gran alivio. Mi edificio seguía ahí cuando vea el video voy a entender, que alivio, eso fue lo que pensé. Al darme vuelta, lo hice lento. Al darme vuelta pude ver el sector de las bodegas, (el sótano) la 6, la 7, la 8. Un segundo de alivio bastó para una nueva proyección encima de estas puertas, la 6, la 7 y la 8. Era una especie de paisaje de un país nórdico, talvez Groenlandia. Recordé mi último objetivo: “ir a la bodega a buscar un sistema solar de plumavit, que había hecho para el colegio con la ayuda de mi madre que ya no está. Lo necesitaba como un adorno para mi departamento, porque estaba vacío. Me paré a unos centímetros de la proyección y me dio frío, eso no me importó. Y entré. Mi bodega era la 8, y efectivamente estaba el sistema solar de plumavit y témpera. El sonido del televisor sin señal volvió, descubrí que se trataba de un antiguo televisor JVC, paulatinamente capturaba una señal, era una obsoleta publicidad de los ochentas. Era un auto, un Pontiac, un Pontiac del 86. Cuando vaya en un Pontiac del 86 voy a pasar toda la noche en una vulcanización entre Curico y Hualañé, con Marte de plumavit y témpera roja con el hilito de pescar colgando del espejo retrovisor, Y pensar en eso me dio mucha pena. Salí de la bodega y ¿salí a escena? No, yo estaba en la cámara negra. Pero escuché con esfuerzo unos textos con voz masculina. “Aquí llega el fantasma que me fabricó, aun trae el hacha enterrada en el cráneo. Déjate el sombrero, ya se que te sobran agujeros. Como me hubiera gustado que mi madre tuviese uno de menos, cuando residías en un cuerpo: me habría evitado a mi mismo. Las mujeres deberían ser zurcidas, un mundo sin madres” ¡Hamlet! Lo dije fuerte y rebotó entre los hielos de Groenlandia. La voz me dijo: “Busca el Cellar, el lugar donde coinciden todos tus antiguos lugares. Subí a mi departamento, con el sistema solar de plumavit en mis brazos. No tendré mi café, la máquina está quemada, la pared también. Luego pediré el video capturado por la cámara de seguridad. No me atreví. Pensé en el Cellar, quise ir, quise ponerlo encima de espacio donde no están. A ver si de tanto hacer fuerzas, tanto hacer fuerzas se aparecen los que ya no están sonrientes otra vez.

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